Y de repente frenás, te sentás, respirás y pensás,
notás que no hay vuelta, no podés volver atrás.
Te mordés, te relamés, y de pensar caés en la cuenta
que tu otro yo pidió la cuenta y pedir más ya no podés.
Que es tu culpa, que es mi culpa, la del otro, la de aquel,
¿nadie supo despertarte, nadie osó a despabilarte,
o estabas sorda, estabas ciega, estabas tan ciega de vos?
No escuchás más que tu voz y no tenés ni propia voz.
Te falta ser. Te falta estar. Querés ser más de lo que sos,
pero ni vos te lo creés, ¿entonces qué? ¿A dónde vas?
Sos más de lo que vos pensás, te falta creer un poco más,
si tenés tan claro a donde vas decí por qué no te animás.
Decirle basta a los miedos, eso es lo que a vos te hace falta,
a mentirte, a las culpas, a boicotearte y no callarte.
Decirle basta a las excusas, y dejar de postergar,
tiempo de ponerse en marcha, y de dejar de llorar.
Sé que mientras lo escribís, quizás pensás que esto en vano,
quizás ponerlo en palabras no haya servido de lección,
pero esto salió de tu mano, eso tenés que recordar.
de que estas viva, estás sana, sos verbo, mente y acción,
y que podés, si en verdad querés, podés esto y podés más,
esto lo hiciste en diez minutos, claro podés mucho más.
Cuando lo vuelvas a leer, espero de algo haberte servido.
Y espero que rías fuerte, y no lo quieras leer nunca más.
domingo, 9 de octubre de 2016
jueves, 31 de diciembre de 2015
#Chau2015 - un año 2.0
Terminando el año: El último almuerzo, la última merienda, el último asado de fin de año, la última siesta. De todo ello, una foto, un tweet, con un hashtag y subirlo a la red.
El 2015 fue un año particular para las redes sociales. Todos los hechos que ocurrieron a nivel mundial causaron revuelo en las redes sociales, convirtiéndose en un papel clave para la resolución de crisis, hasta incluso funcionar como herramienta de rescate en momentos de tragedia, como ocurrió en París.
Todo lo que pasó fue convertido en meme. Todo fue compartido. Nos convertimos en comentaristas expertos, en profesionales de cualquier ámbito, opinólogos de la realidad, compitiendo contra lo que venía siendo la fuente principal de la opinión pública: los medios.
Creo que las redes sociales nos ayudaron a evolucionar un poco como sociedad, a no tener esa dependencia mediática a la hora de informarnos y confiar más en la experiencia del usuario, en los ojos del ciudadano. Quizás juega un poco el excepticismo frente a lo que nos cuentan, pero no podemos negar que la información cada día se democratiza más en este mundo paralelo en el que vivimos más bien conocido como Internet.
Este cambio de paradigma en particular me agrada, sin embargo, no podemos dejar de reflexionar sobre cierto punto. Internet nos está volviendo adictos a esto de "hacer público lo privado" y esto viene ya desde el año anterior con un auge en el 2015. Si no fue compartido, nunca pasó. Esto incluye nuestras propias opiniones. Si no estás conectado a Internet, no existís. Si no hablás sobre lo que se está hablando, no sos parte. Si no estás en el grupo de Whatsapp, no sos de nuestro grupo de amigos. Si te falla Internet, no hay manera de que estés comunicado con el resto del mundo.
El llamado telefónico fue reemplazado por el contacto en las redes sociales, así como la charla cara a cara. Nunca antes tuve tantos amigos, tanta gente conocida por medio de las redes sociales. Incluso personas a las que vi una vez, o quizás ninguna. Pero el ámbito de las redes es tan público que uno siente que conoce la vida de todos, como si fueran realmente tus amigos.
Durante este año que finaliza el día de hoy (y he aquí mi balance y reflexión de fin de año para estar a tono) las cosas más lindas que me pasaron fueron por fuera de las redes sociales. Me hacía mucha falta ese cable a tierra que uno piensa tener en el mundo efímero de la red, pero que en realidad no es más que una sensación. El amor, las amistades, y la familia son tres pilares fundamentales que no se encuentran en el mundo 2.0, así como la conexión real con un equipo de trabajo humano.
Este año aprendí a conectarme de nuevo con esas cosas en el plano de lo real. Me reencontré con mis amigos, me arriesgué y aposté por el amor, encontré un trabajo que realmente me gusta hacer, en el cual trabajo con una computadora pero no dependo de ella, sino del equipo que formamos y disfruté mucho más el estar en familia.
Las cosas que valen la pena están más acá, más cerca tuyo. Así tengas 8mil seguidores, 20mil amigos en facebook, primero cuidá esto que tenés acá, que es tu corazón, tu alma y rodealo de seres queridos. Después informate, conectate, pero no te pierdas. La era 2.0 es una gran oportunidad para hacerte conocer, para hacer conocer y para conocer un montón de cosas. Es una hermosa oportunidad para llegar a miles de oportunidades que antes considerábamos muy lejanas. Pero no la desperdicies. No te alienes.
Subite al tren, porque si se te escapa es raro que vuelva a pasar, pero hacé un uso responsable de esta manera de estar en red. Quizás encuentres con las redes una oportunidad enorme y hermosa, pero el mundo de la red es tan grande que es necesario que estés preparado de antemano para afrontarla.
Hoy abrazá a tus familiares, a tus amigos, a tu amor, a tus seres queridos y brindá por ellos. Nacimos para estar acompañados, y la compañía hay que agradecerla.
Brindo por este 2015, que a todos nos llegó de manera diferente y que tenemos el gusto de haberlo disfrutado o en caso contrario de haber aprendido en base a los tropiezos.
Ojalá que el 2016 nos ayude a encontrar esas compañías y a forjar los lazos con los que ya contamos para afrontar el camino que nos espera.
¡Salud y un muy feliz Año Nuevo!
viernes, 2 de octubre de 2015
A un día.
A un día.
Hoy ya es viernes. Mañana sábado, sábado 3 de octubre y toca Eruca Sativa en el Luna Park, banda que sigo hace ya varios años.
Mañana es más que una fecha. Mañana se consagran como grandes artistas, pisando el escenario de lo que yo considero el templo de la música.
Todos los que los seguimos hace tiempo soñamos con ese Luna Park. Nos parecía tan utópico, tan lejano, pero lo deseábamos con tantas ganas que yo creo que el universo nos escuchó.
Cada día se hizo más posible, más cercano a la realidad, y no por magia o fuerzas extraterrenales, sino porque se fueron ganando el espacio de a poquito, con mucho esfuerzo y siendo lo que son. Crecieron a pasos tan agigantados que el orgullo se nos empezó a escapar por todas partes, hasta con un poco de celos.
Si. Celos. ¿Acaso está mal? Ya no les da el tiempo ni les alcanzan los brazos para abrazar a esta gran familia que se formó, donde aún me es raro no conocer la cara del que tengo al lado haciendo pogo. Pero al mismo tiempo es mirarlo y entendernos. Nos pasa lo mismo. Y no es casualidad que alguien que recién los escucha como alguien que los escucha de hace tiempo le pase lo mismo cuando escucha sus canciones. Habla de ustedes como una gran banda.
No puedo explicar lo que siento. Es una mezcla de felicidad con un "está bien". No me sorprende, en lo más mínimo. Ya no me los imagino en un escenario más chico. O sí, porque no dejan de ser humildes, pero lamentablemente ya no entramos.
Ya son gigantes.
viernes, 7 de agosto de 2015
Hacia un futuro sin pasado.
Pareciera que la Independencia de nuestro país no hubiese sido declarada hace casi doscientos años, ya que aún necesitamos despegarnos de cosas que nos "vinculan" al colonialismo del Siglo XIX. Sin embargo el dólar sigue subiendo, las importaciones siguen con impuestos y retenciones, y estamos cada vez más dependientes del capitalismo imperante. Pero no, los imperios fueron los españoles, portugueses y británicos, y todavía nos duelen.
Ya ocurrió con la estatua de Cristobal Colón, ahora con la estación Plaza de los Virreyes. Paso a paso van desapareciendo estatuas, cuadros y otras piezas bajo el canto triunfal de que estamos dentro de un exitoso proceso de "descolonialización".
Alguien que me explique qué hegemonía tienen los europeos sobre nuestro país si estoy desactualizada o vivo en una burbuja, pero mi impresión es que las ataduras vienen de más hacia el norte de nuestro propio continente y no de Europa.
Si Colón no hubiese descubierto América no seríamos quienes somos, ¿en eso estamos de acuerdo? No existiría nuestra República, no viviríamos en democracia, no cantaríamos el Himno, no lloraríamos cada vez que nuestra Selección sufre una derrota. En definitiva, no seríamos argentinos. Quizás hubiésemos mantenido la cultura de nuestros aborígenes, quizás no, ¿quién sabe? Lo cierto es que la historia nos constituye, es parte de lo que somos, de nuestra identidad, y negarla es parte de una hipocresía absoluta.
¿Quieren darle valor agregado a los elementos de nuestra propia cultura y de nuestra historia? Se puede hacer sin proscribir el pasado. El Centro Cultural Kirchner es un excelente ejemplo de cómo se puede homenajear a un ícono contemporáneo de nuestra historia sin tapar otros de nuestros tantos hitos, así no todos estén de acuerdo. Es un espacio nuevo al cual una mayoría le quiso poner el nombre de un hombre que fue muy importante en la historia de nuestro país estos últimos años. No lo veo mal, y no entiendo por qué tantos se quejan al respecto.
Creemos cosas de cero. Los monumentos, homenajes, nóminas ya no son elementos de veneración, son parte de nuestra cultura y elementos que fomentan la memoria. Por algo están ahí, así sea para que nuestros futuros hijos pregunten quién fue ese sujeto, o ese hecho que aconteció y nosotros les podamos contar. Es como si tiráramos un museo abajo o un edificio histórico porque ya no nos gusta lo que ocurrió allí o quién lo construyó. Es como si yo empezara a quemar todas las fotos de mis ex novios porque ya no los quiero. Así lo hiciera, eso no va a cambiar que haya ocurrido o no lo que ocurrió.
Lo único que se modifica al destruir las huellas de la historia es el aumento de la falta de registro. De a poco nos vamos a olvidar de todas esas cosas por reemplazarlas por otras y, al menos yo, tengo miedo de que así como la historia desaparece poco a poco de nuestras calles, empiece también a desaparecer de los manuales y los libros.
No hay que estar orgullosos de ciertos acontecimientos de nuestro pasado, pero hay que ser realistas: fueron parte de nuestra historia y gracias a todos ellos hoy somos lo que somos. Empecemos a aceptarlo para superarlo, no seamos destructivos.
Ya ocurrió con la estatua de Cristobal Colón, ahora con la estación Plaza de los Virreyes. Paso a paso van desapareciendo estatuas, cuadros y otras piezas bajo el canto triunfal de que estamos dentro de un exitoso proceso de "descolonialización".
Alguien que me explique qué hegemonía tienen los europeos sobre nuestro país si estoy desactualizada o vivo en una burbuja, pero mi impresión es que las ataduras vienen de más hacia el norte de nuestro propio continente y no de Europa.
Si Colón no hubiese descubierto América no seríamos quienes somos, ¿en eso estamos de acuerdo? No existiría nuestra República, no viviríamos en democracia, no cantaríamos el Himno, no lloraríamos cada vez que nuestra Selección sufre una derrota. En definitiva, no seríamos argentinos. Quizás hubiésemos mantenido la cultura de nuestros aborígenes, quizás no, ¿quién sabe? Lo cierto es que la historia nos constituye, es parte de lo que somos, de nuestra identidad, y negarla es parte de una hipocresía absoluta.
¿Quieren darle valor agregado a los elementos de nuestra propia cultura y de nuestra historia? Se puede hacer sin proscribir el pasado. El Centro Cultural Kirchner es un excelente ejemplo de cómo se puede homenajear a un ícono contemporáneo de nuestra historia sin tapar otros de nuestros tantos hitos, así no todos estén de acuerdo. Es un espacio nuevo al cual una mayoría le quiso poner el nombre de un hombre que fue muy importante en la historia de nuestro país estos últimos años. No lo veo mal, y no entiendo por qué tantos se quejan al respecto.
Creemos cosas de cero. Los monumentos, homenajes, nóminas ya no son elementos de veneración, son parte de nuestra cultura y elementos que fomentan la memoria. Por algo están ahí, así sea para que nuestros futuros hijos pregunten quién fue ese sujeto, o ese hecho que aconteció y nosotros les podamos contar. Es como si tiráramos un museo abajo o un edificio histórico porque ya no nos gusta lo que ocurrió allí o quién lo construyó. Es como si yo empezara a quemar todas las fotos de mis ex novios porque ya no los quiero. Así lo hiciera, eso no va a cambiar que haya ocurrido o no lo que ocurrió.
Lo único que se modifica al destruir las huellas de la historia es el aumento de la falta de registro. De a poco nos vamos a olvidar de todas esas cosas por reemplazarlas por otras y, al menos yo, tengo miedo de que así como la historia desaparece poco a poco de nuestras calles, empiece también a desaparecer de los manuales y los libros.
No hay que estar orgullosos de ciertos acontecimientos de nuestro pasado, pero hay que ser realistas: fueron parte de nuestra historia y gracias a todos ellos hoy somos lo que somos. Empecemos a aceptarlo para superarlo, no seamos destructivos.
miércoles, 22 de julio de 2015
De trabas y puentes.
Hoy es un día de esos en los que no sé qué es lo que me oprime, pero algo me aprieta el pecho. Muchos lo llaman angustia, pero ni siquiera es eso. Es una mezcla entre impotencia, bronca y decepción, mezclado con ese algo, esa pizca o condimento de tristeza, que no es mucha pero suficiente para darle un sabor amargo a todo ese menjunje.
A toda esa mezcla rara y complicada de explicar la llamo traba. ¿Y por qué traba? Porque cada vez que me pasa me siento trabada, completamente inútil e inoperante. Lo único funcional es esa traba, que maquina dele y dele sin parar en mi cerebro y no me deja pensar en otra cosa.
Ni siquiera tengo sueño, siendo las 12 y media de la noche. Es como si la cabeza me hiciera un piquete y dejara de darle órdenes al resto del cuerpo. Aunque, más que piquete, sería como un paro de la línea 60, dejando que los sentimientos sigan aflorando, pero sin pagar boleto. Así es como lloro, puteo, hasta me río de alguna pavada, pero me vuelvo completamente inservible y el costo beneficio es negativo por culpa de esa traba.
No, hoy no hice nada en toda la maldita tarde.
Por suerte siempre encuentro un atajo, porque no se puede vivir de paro. La vida sigue, hay que trabajar para ganarse el pan y seguir estudiando para construir un futuro. Ese atajo suele ser de muy fácil acceso, el problema es transitarlo para salir de esa traba que a uno lo detiene.
A ese atajo lo llamo puente, al que hay que ingresar cuesta arriba, procurando que no caer nuevamente hacia atrás. Una vez llegado a la cima ya dejás de ver lo que dejás atrás, y la bajada se vuelve más sencilla.
La vida es un complejo mecanismo de trabas y puentes. Escribir para mí es uno de esos tantos puentes que me ayudan a salir de las trabas que me aquejan, y ya siento que estoy casi llegando a la cima.
A toda esa mezcla rara y complicada de explicar la llamo traba. ¿Y por qué traba? Porque cada vez que me pasa me siento trabada, completamente inútil e inoperante. Lo único funcional es esa traba, que maquina dele y dele sin parar en mi cerebro y no me deja pensar en otra cosa.
Ni siquiera tengo sueño, siendo las 12 y media de la noche. Es como si la cabeza me hiciera un piquete y dejara de darle órdenes al resto del cuerpo. Aunque, más que piquete, sería como un paro de la línea 60, dejando que los sentimientos sigan aflorando, pero sin pagar boleto. Así es como lloro, puteo, hasta me río de alguna pavada, pero me vuelvo completamente inservible y el costo beneficio es negativo por culpa de esa traba.
No, hoy no hice nada en toda la maldita tarde.
Por suerte siempre encuentro un atajo, porque no se puede vivir de paro. La vida sigue, hay que trabajar para ganarse el pan y seguir estudiando para construir un futuro. Ese atajo suele ser de muy fácil acceso, el problema es transitarlo para salir de esa traba que a uno lo detiene.
A ese atajo lo llamo puente, al que hay que ingresar cuesta arriba, procurando que no caer nuevamente hacia atrás. Una vez llegado a la cima ya dejás de ver lo que dejás atrás, y la bajada se vuelve más sencilla.
La vida es un complejo mecanismo de trabas y puentes. Escribir para mí es uno de esos tantos puentes que me ayudan a salir de las trabas que me aquejan, y ya siento que estoy casi llegando a la cima.
jueves, 16 de julio de 2015
Día del amigo.
Escribo esto hoy, porque el 20 voy a estar con mi cabeza metida en un examen final que tengo que rendir, y lo que menos se me va a pasar por la cabeza (ni quiero que se me pase) es que es el día del amigo y debería estar compartiendo una cerveza con cual y tal persona.
Desde el vamos tenía pensado escribir en Facebook una de esas entradas cursis en las que agradecés a todos tus amigos por estar siempre y confiar en uno tanto en las buenas y en las malas, pero se me ocurrió pensar ¿qué es realmente el Día del amigo?
El día del amigo para mi no es una fecha, ni tampoco son todos los días. El día del amigo es esa anécdota, ese recuerdo, ese relato compartido que vuelve a la amistad una amistad. Y esa anécdota, al tratarse de anécdota en fin no tiene tiempo, ni lugar, es transportable, y mientras se mantenga viva es porque la persona que lo vive lo cuenta con tanta intensidad como en aquel momento en que ocurrió.
El día del amigo es aquella cerveza compartida.
El día del amigo es esa mirada cómplice cuando ESA canción suena en medio de un festival, seguida por un pogo con abrazos intercalados.
El día del amigo es bailar salsa, bachata, reggaeton o el gangnam style (se escribía así?) en medio de la pista sin que nada nos importe.
El día del amigo es esa patada en el culo que te hace reaccionar.
El día del amigo es el reencuentro después de tantos años.
El día del amigo es esa obsesión contagiosa por cierto número.
El día del amigo es aquel primer viaje sin tus viejos.
El día del amigo son esos ensayos con la banda.
El día del amigo es la mudanza de un lunes a las 11 de la noche.
El día del amigo es inventar personajes y hacerlos convivir en historias.
El día del amigo es inventar programas de radio que nunca saldrán a la luz.
El día del amigo es conocerse por primera vez y es como si uno se conociera desde siempre.
El día del amigo es ese NO que te salvó la vida.
El día del amigo es llorar como mandrágora y que no se pongan orejeras.
El día del amigo es ese cumpleaños al que no fuiste y te lo reclaman todos los putos años.
El día del amigo es ese abrazo.
El día del amigo es no coincidir, pero insistir, y seguir desencontrados aún insistiendo.
El día del amigo es tener ganas de cagarlo a trompadas (con cariño) porque te cuenten el final de una serie.
El día del amigo es ese espectáculo de clown.
El día del amigo es, fue y será esa apuesta.
El día del amigo es contar nuestros melodramas en lugar de estudiar a 40 minutos del examen.
El día del amigo es ese amor que no fue, pero que te saca una sonrisa al recordarlo.
El día del amigo es que te recuerden todas las juntadas esa botella de fernet que terminó en el suelo, y sumemos una de cerveza más reciente.
El día del amigo son todas esas cosas, y muchas más.
Las anécdotas son infinitas, así como efímeras.
Muchos dicen que nada es para siempre, pero ojalá que las anécdotas no se terminen nunca. ¡Feliz día del amigo!
Desde el vamos tenía pensado escribir en Facebook una de esas entradas cursis en las que agradecés a todos tus amigos por estar siempre y confiar en uno tanto en las buenas y en las malas, pero se me ocurrió pensar ¿qué es realmente el Día del amigo?
El día del amigo para mi no es una fecha, ni tampoco son todos los días. El día del amigo es esa anécdota, ese recuerdo, ese relato compartido que vuelve a la amistad una amistad. Y esa anécdota, al tratarse de anécdota en fin no tiene tiempo, ni lugar, es transportable, y mientras se mantenga viva es porque la persona que lo vive lo cuenta con tanta intensidad como en aquel momento en que ocurrió.
El día del amigo es aquella cerveza compartida.
El día del amigo es esa mirada cómplice cuando ESA canción suena en medio de un festival, seguida por un pogo con abrazos intercalados.
El día del amigo es bailar salsa, bachata, reggaeton o el gangnam style (se escribía así?) en medio de la pista sin que nada nos importe.
El día del amigo es esa patada en el culo que te hace reaccionar.
El día del amigo es el reencuentro después de tantos años.
El día del amigo es esa obsesión contagiosa por cierto número.
El día del amigo es aquel primer viaje sin tus viejos.
El día del amigo son esos ensayos con la banda.
El día del amigo es la mudanza de un lunes a las 11 de la noche.
El día del amigo es inventar personajes y hacerlos convivir en historias.
El día del amigo es inventar programas de radio que nunca saldrán a la luz.
El día del amigo es conocerse por primera vez y es como si uno se conociera desde siempre.
El día del amigo es ese NO que te salvó la vida.
El día del amigo es llorar como mandrágora y que no se pongan orejeras.
El día del amigo es ese cumpleaños al que no fuiste y te lo reclaman todos los putos años.
El día del amigo es ese abrazo.
El día del amigo es no coincidir, pero insistir, y seguir desencontrados aún insistiendo.
El día del amigo es tener ganas de cagarlo a trompadas (con cariño) porque te cuenten el final de una serie.
El día del amigo es ese espectáculo de clown.
El día del amigo es, fue y será esa apuesta.
El día del amigo es contar nuestros melodramas en lugar de estudiar a 40 minutos del examen.
El día del amigo es ese amor que no fue, pero que te saca una sonrisa al recordarlo.
El día del amigo es que te recuerden todas las juntadas esa botella de fernet que terminó en el suelo, y sumemos una de cerveza más reciente.
El día del amigo son todas esas cosas, y muchas más.
Las anécdotas son infinitas, así como efímeras.
Muchos dicen que nada es para siempre, pero ojalá que las anécdotas no se terminen nunca. ¡Feliz día del amigo!
lunes, 29 de junio de 2015
Carrera de vida
Estaban preparados en la línea de salida. El estadio estaba repleto y la prensa corría de un lado a otro buscando obtener la más auténtica cobertura de los hechos. Los medios más importantes del país aseguraban la cobertura nacional. Nadie quería perderse aquel suceso.
Los nervios les carcomían los huesos a todos los presentes, y a los fotógrafos se les entumecían los dedos alrededor de los controles de sus cámaras. El terreno ya estaba listo y no había ojo que no estuviera puesto en cada uno de aquellos corredores.
Cuando se dio la señal de largada, el estadio se inundó de aplausos y gritos de aliento, sumado a una lluvia de papelitos que cayeron en cascada desde la platea norte.
Uno de los atletas corría a una velocidad increíble. Otro desplegó sus alas y se echó a volar, mientras otros saltaban o volaban gracias a complejos dispositivos que les permitían avanzar a grandes zancadas. El único que caminaba quedó unos cuantos metros atrás en cuestión de segundos.
La prensa corría tras los ágiles. Los cámaras buscaban el mejor ángulo de los que iban en la primera línea, mientras los medios televisivos buscaban cubrir al aparato más extravagante. El caminante caminaba solo, rodeado de la nada. Lo único que recibía era los aplausos que ni siquiera estaban dirigidos hacia él.
Las pantallas gigantes mostraban al que iba en primer lugar. Un estadounidense equipado con dos propulsores de fuego iba en la cabecera, seguido por un ruso con zancos de resortes, mientras que en tercer lugar el hombre de las alas parecía haber ganado terreno. La prensa lo atribuía a un defecto en la maquinaria que portaba el inglés, y especialistas lo consideraban una racha a favor por un cambio en la dirección del viento, pero se le notaba en los ojos la fuerza que le ponía a cada aleteo.
La carrera terminó como lo habían previsto varios apostadores. Salió victorioso el hombre con sus máquinas, y las alas de aquel otro le regalaron un segundo lugar. El tercer puesto ya dejaba de tener importancia. Lo que nadie vio es que el caminante también había llegado a la meta, unas cuantas horas más tarde que el resto de los competidores. Los espectadores ya se habían retirado del estadio, ninguna cámara lo capturaba y sin embargo estaba feliz.
Los nervios les carcomían los huesos a todos los presentes, y a los fotógrafos se les entumecían los dedos alrededor de los controles de sus cámaras. El terreno ya estaba listo y no había ojo que no estuviera puesto en cada uno de aquellos corredores.
Cuando se dio la señal de largada, el estadio se inundó de aplausos y gritos de aliento, sumado a una lluvia de papelitos que cayeron en cascada desde la platea norte.
Uno de los atletas corría a una velocidad increíble. Otro desplegó sus alas y se echó a volar, mientras otros saltaban o volaban gracias a complejos dispositivos que les permitían avanzar a grandes zancadas. El único que caminaba quedó unos cuantos metros atrás en cuestión de segundos.
La prensa corría tras los ágiles. Los cámaras buscaban el mejor ángulo de los que iban en la primera línea, mientras los medios televisivos buscaban cubrir al aparato más extravagante. El caminante caminaba solo, rodeado de la nada. Lo único que recibía era los aplausos que ni siquiera estaban dirigidos hacia él.
Las pantallas gigantes mostraban al que iba en primer lugar. Un estadounidense equipado con dos propulsores de fuego iba en la cabecera, seguido por un ruso con zancos de resortes, mientras que en tercer lugar el hombre de las alas parecía haber ganado terreno. La prensa lo atribuía a un defecto en la maquinaria que portaba el inglés, y especialistas lo consideraban una racha a favor por un cambio en la dirección del viento, pero se le notaba en los ojos la fuerza que le ponía a cada aleteo.
La carrera terminó como lo habían previsto varios apostadores. Salió victorioso el hombre con sus máquinas, y las alas de aquel otro le regalaron un segundo lugar. El tercer puesto ya dejaba de tener importancia. Lo que nadie vio es que el caminante también había llegado a la meta, unas cuantas horas más tarde que el resto de los competidores. Los espectadores ya se habían retirado del estadio, ninguna cámara lo capturaba y sin embargo estaba feliz.
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