Si hay algo que me gusta hacer es lograr que la otra persona sonría.
El arte de sacar una sonrisa es estar ahí, en el momento justo, cuando el otro lo necesita y dar en la tecla justa. Pifiarle puede ser sinónimo de una catástrofe o mínimo de un trompazo, y por ello hay que ser cuidadoso con lo que se dice, con el cómo se dice y a quién se le dice. Incluso a veces más que decir, mejor funciona el qué hacer.
Las palabras son polisemias desde cualquier lado del que se lo mire, por lo que un simple gesto puede valer mucho más que una palabra malentendida. A veces es mejor callar y regalar un chocolate.
Me ha tocado estar de los dos lados, más de un lado que del otro, y lo que me ha servido muchísimo es el uso del ridículo, de la burla, desencajar al otro con algo que lo saque de contexto. Sacarnos de un embrollo nos permite volver a acomodarnos ya a conciencia.
Un chiste puede servir de mucho, pero tiene que ser un chiste bueno, incluso tonto, por el cual la risa surja de forma espontánea, sin explicaciones ni matetes.
El otro no tiene que pensar. Una sonrisa no se piensa. La sonrisa es un impulso. Al ser un impulso la sonrisa no se pide con palabras, sino con actitudes inconscientes. Y el payaso en cuestión debe detectar ese pedido y actuar a consecuencia sin pensarlo. El que piensa pierde. La situación se vuelve artificial. Un segundo de reflexión y el impulso se convierte en una causalidad planeada que pierde el efecto que se quería lograr inicialmente. El que logra no pensar y cuidar de los detalles para sacar una sonrisa es un completo domador del arte de hacer sonreir. Si sale mal por un estímulo pensado, el actor queda como un malintencionado. Si sale bien del mismo modo, la sonrisa se vuelve efímera al cabo de un rato.
El impacto, la sorpresa, juegan mucho y suelen ser más que efectivos.
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Voy a dedicar este espacio a proyectar todo lo que vaya aprendiendo en el camino, tanto en el taller, como en la calle, la facultad. De todo se aprende y se puede extraer algo rico sobre lo cual trabajar.
Gracias por leerme y les dejo un pequeño consejo: está bueno ser un poco payaso para cada aspecto de la vida.
