lunes, 29 de junio de 2015

Carrera de vida

Estaban preparados en la línea de salida. El estadio estaba repleto y la prensa corría de un lado a otro buscando obtener la más auténtica cobertura de los hechos. Los medios más importantes del país aseguraban la cobertura nacional. Nadie quería perderse aquel suceso. 

Los nervios les carcomían los huesos a todos los presentes, y a los fotógrafos se les entumecían los dedos alrededor de los controles de sus cámaras. El terreno ya estaba listo y no había ojo que no estuviera puesto en cada uno de aquellos corredores.

Cuando se dio la señal de largada, el estadio se inundó de aplausos y gritos de aliento, sumado a una lluvia de papelitos que cayeron en cascada desde la platea norte.

Uno de los atletas corría a una velocidad increíble. Otro desplegó sus alas y se echó a volar, mientras otros saltaban o volaban gracias a complejos dispositivos que les permitían avanzar a grandes zancadas. El único que caminaba quedó unos cuantos metros atrás en cuestión de segundos. 

La prensa corría tras los ágiles. Los cámaras buscaban el mejor ángulo de los que iban en la primera línea, mientras los medios televisivos buscaban cubrir al aparato más extravagante. El caminante caminaba solo, rodeado de la nada. Lo único que recibía era los aplausos que ni siquiera estaban dirigidos hacia él.

Las pantallas gigantes mostraban al que iba en primer lugar. Un estadounidense equipado con dos propulsores de fuego iba en la cabecera, seguido por un ruso con zancos de resortes, mientras que en tercer lugar el hombre de las alas parecía haber ganado terreno. La prensa lo atribuía a un defecto en la maquinaria que portaba el inglés, y especialistas lo consideraban una racha a favor por un cambio en la dirección del viento, pero se le notaba en los ojos la fuerza que le ponía a cada aleteo. 

La carrera terminó como lo habían previsto varios apostadores. Salió victorioso el hombre con sus máquinas, y las alas de aquel otro le regalaron un segundo lugar. El tercer puesto ya dejaba de tener importancia. Lo que nadie vio es que el caminante también había llegado a la meta, unas cuantas horas más tarde que el resto de los competidores. Los espectadores ya se habían retirado del estadio, ninguna cámara lo capturaba y sin embargo estaba feliz.

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